jueves, 6 de septiembre de 2012

Amaste a quien no debiste amar

¿Quién hubiera pensado que de esa manera todo iba a terminar? Ni siquiera un "Adiós" o un "Te quiero" la última palabra fue un "Te espero".
Él no pudo esperar más, hizo todo lo que quiso, lo que estuvo a su alcance pero se cansó de esperar, pasó un mes y los roles cambiaron. Ahora es ella la que lo espera, la que se sienta a esperar verlo pasar, la que sufre cada noche, a la que los días cada vez se le hacen más largos y el nudo en su garganta crece más y más.
¿Quién lo diría? ¿Quién pensaría que así íbamos a terminar?
Tanta amistad, tanto afecto, tanto cariño, tantas marcas que le dejó pero ahora ya no está, todo se fue pero sigue guardando la esperanza de algún modo volverlo a ver, hacerle sentir que lo necesita, implorándole a Dios que la ayude a ser feliz. Por fin puede comprender que el Nunca Más existe aún así si la persona permanece aquí. Nunca más nada, no le queda nada, se siente devastada, trata de buscar la felicidad en otro lugar y no la encuentra es como si jugara a las escondidas. El laberinto sin salida le juega en contra otra vez, no encuentra la salida ni tampoco lo encuentra a él, pero se consuela pensando que todo va a estar bien, que  una batalla la ganó, que hizo las cosas bien.
¿A quién le importa que te sientas así?
Ahogarse en su propio mar, en un mar de penas y condenas, sin saber nadar, sin saber flotar, quedarse quieto esperando la hora de hundirse; le diste el salvavidas al otro y ahora vos te ahogas y mereces sufrir aunque hayas hecho las cosas bien, ni siquiera le interesa cómo estas porque vos lo llevaste al mar y era tu deber tenerlo que salvar.

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